domingo, 13 de octubre de 2013

No Olvides como Enamolarla/o

Al pasar de los años, después de que los sentimientos del pasado te dejaron en knock out una o dos veces, empezamos a calcular mejor cada relación en la que nos metemos, en el caso de las mujeres: “Si no tiene un título universitario, ¡adiós!”; “Si es celoso, ¡adiós!”; “Si no trabaja, ¡adiós!” En cierto modo, como dirían las mamás del mundo, ¡estamos madurando! Pero sucede algo con la costumbre y el pasar del tiempo: no nos damos cuenta que, al calcular tanto, no sabemos cómo eran los pasos para enamorarse de alguien, y, sí, dije “pasos”, como si el amor fuera algo estratégico.


La verdad no es que podamos ordenarle a nuestra zona límbica del cerebro de quién enamorarnos y de quién no, pero sí podemos decirle te doy permiso y dejar de huirle al sentimiento de manos sudadas y latidos acelerados en el corazón.
Las mujeres siempre estamos en mayor contacto con nuestras emociones que los hombres (eso no es secreto para nadie), es por esto que nosotras solemos ser más “cursis”. Pero a ambos géneros nos pasa que, de repente, sin darnos cuenta, ya no volvemos a sentir lo mismo que sentíamos antes, no nos damos el permiso, salimos con aquel o aquella que nos invitó a cenar, y calculamos cada palabra para vernos lo más profesionales, intelectuales, interesantes, divertidos y prometedores posibles… pero, ¿qué hay del coqueteo temeroso? ¿Qué hay de mirar a esa persona a los ojos mientras habla? ¿Qué hay de sostenerle la mano cuando menos se lo espere?
Por eso me hago esta pregunta a mí misma y se las dejo también abierta a todos los caballeros:¿será que a las personas se nos olvida cómo enamorarnos? ¿O será que simplemente no queremos hacerlo por miedo?
Si algo nos ha dado la madurez y las experiencias (tanto a hombres como a mujeres) es la habilidad de considerar su ficha profesional y personal antes de establecer una relación, pero usando ese control emocional que nos enseñó la vida, deberíamos retomar las “ridiculeces” que nos ponen una sonrisa en la cara durante todo el día.
Escuchar una canción y acordarse de esa persona, tener la ansiedad de volverse a ver, tomarse el tiempo necesario para darse el primer beso y, sobre todo, entender que lo más emocionante de las relaciones humanas no son los cálculos, sino la espontaneidad de sentirse estúpidamente enamorado.
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