viernes, 25 de octubre de 2013

Gamofobia (Miedo al Matrimonio): Antes muerto que comprometido

Los datos son certeros: cada vez hay menos casamientos. Las razones del  fenómeno pueden variar de un país a otro, pero en casi todos se da esta constante. Los motivos también pueden ser económicos y sociales, pero aquí se tocará el tema de la “gamofobia”, es decir, el nombre técnico para hablar del “miedo al matrimonio”. 

por Gustavo Masutti Llach

En “Runaway Bride” (“La novia fugitiva”, 1999), Richard Gere interpreta a Ike Graham, un periodista que trabaja en un reportaje sobre Maggie Carpenter, el personaje de Julia Roberts. La chica tiene la extraña manía de dejar “plantados” en el altar a sus pretendientes. El caso es que la película era una remake de otra con el mismo título dirigida en 1930 por Donald Crisp. Sin embargo, no podría haberse filmado exactamente la misma historia porque la visión del compromiso no es la misma de siete décadas después. De hecho, la nueva versión podría haber cambiado su título a “La vida de Julia Roberts”. Es que se sabe que la actriz fue pareja de Liam Neeson, Benjamin Bratt, Dylan McDermott, y Matthew Perry, entre otros. Se comprometió con Kieffer Sutherland pero se arrepintió la noche previa a la boda. Finalmente se casó con Lyle Lovett pero en menos de dos años ya estaba divorciada.
De acuerdo con las estadísticas, este tipo de historias son muchísimo más comunes ahora que en 1930. Lejos de los tiempos del compromiso romántico con el varón con una rodilla en tierra y un anillo en la mano proponiendo amor eterno a una dama extasiada o del “pedido de mano” a los padres, cada vez más son los que posponen o reprimen la idea del matrimonio por temor. Algunos hasta llaman al matrimonio “tumba del amor”. Sin embargo, muchas veces lo que se esconde detrás de esa frase rebelde es miedo. Clínicamente se habla de "gamofobia", que es la fobia a casarse y es el pánico a la relación de pareja, con dos aspectos: temor a la sexualidad y temor a la dependencia.

Los motivos del miedo


Marisa tiene 29 años y es médica. Ella se desempeña en el área de pediatría del Hospital Ramos Mejía de Benos Aires. Hace siete años que está en pareja con Julián, a quien conoció en la Universidad, pero aunque se llevan muy bien, no se casan. “El trata de convencerme –confiesa- pero yo no cedo. Primero intentó por el lado emocional y me hablaba de los ‘hitos’ de una relación. Cuando se dio cuenta de que por ese lado no conseguiría nada se volvió pragmático: Empezó a hacer cuentas y a demostrarme cuánto dinero nos ahorraríamos si compartiésemos la vivienda. Pero no hay caso, por más que lo amo, no me interesa atarme de ese modo. Estoy en una etapa ascendente de mi carrera y no es el momento para distraerme. Aparte, toda mi vida viví con mis padres y ahora que por fin pude independizarme (hace menos de un año) no voy a coartarme la libertad. Habrá un momento para pensar en el casamiento y los hijos. Está claro para mí que no es ahora”.   

Ya en los ´90, en su libro “El temor al compromiso”, los psicólogos estadounidenses Steven Carter y Julia Sokol afirmaban que la gamofobia, lejos de ser un problema exclusivamente masculino, también afectaba a muchas mujeres. “El matrimonio –escriben- dejó de ser la meta y la condición fundamental para ser alguien en la vida. Ahora las mujeres tienen sus empleos, sus profesiones y grandes posibilidades de progresar en sus carreras. Así, la mayoría tiene miedo de quedar encerradas en una relación tradicional y poco feliz”.

La socióloga panameña Dra. Enriqueta Davis indicó en El Panamá América del jueves 24 de enero de 2002: “Las mujeres llevan la parte más pesada de la responsabilidad conyugal; si cuando eran novios, él ayudaba a lavar los platos, con el matrimonio deja de hacerlo porque ‘son cosas de mujeres’". Y especifica: “En Panamá hay una gran cantidad de mujeres profesionales que no tienen compañero y que mientras más estudian y se especializan, más difícil se le hace la elección de uno. Ellas temen perder el espacio que piensan que han ganado por medio de sus estudios y no quieren ser esclavas de sus maridos como sus abuelas. Como estudian más mujeres que hombres, el número de graduadas es mayor y ellas ocupan casi todos los puestos de honor. Los hombres se sienten intimidados por esta nueva generación de mujeres preparadas, temen no llenar sus estándares. Para estas dificultades y miedos podríamos recetar tres cosas: paciencia, amor y comunicación. La primera se necesita a la hora de escoger a la persona adecuada; una vez se la encuentra, tienes el amor, que le ayudará a comprender las diferencias de los dos, y finalmente la comunicación será muy útil cuando aparezcan las dudas y temores. Conversen mucho y aclaren todo”.

Ellos también


Raúl tiene 35 años y es un empleado administrativo de una compañía de seguros. Desde su adolescencia tuvo decenas de romances furtivos (algunos simultáneos, en honor a la verdad) pero nunca se comprometió. “Es extraño –se sincera- pero es como si tuviese una barrera invisible. Cuando la relación pasa los dos meses suena una alarma adentro de mi cabeza y a partir de allí me pongo tan distante y frío que nunca llegan a los tres meses. Salvo una vez, que estuve un año con una chica, pero al final ella me dejó. Toda mi familia me presiona para que formalice pero no hay caso. Hasta llegué a tomar un par de sesiones de psicoanálisis pero me sentí muy tonto luchando para hacer algo que no me interesaba para nada y lo dejé. Simplemente no tengo ganas de tener esa responsabilidad, ¿Es tan difícil de entender? Por otro lado, todas las chicas que conozco, antes de la tercera salida ya me preguntan cuánto gano o qué automóvil manejo. Puedo adivinar que en algún momento voy a tener que mantenerlas económicamente y no me interesa asumir ese rol. Por otra parte, me cuesta ser fiel porque en poco tiempo me aburro. Después de todo, el matrimonio es una institución antigua a la que cada vez menos gente le da importancia. Y no es garantía de felicidad: mis padres se separaron cuando yo tenía 12 años y fue todo un gran trastorno”.
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